Bonjour Ivresse…
Estas mañanas perezosas en Antibes me han enseñado a abrir los ojos lentamente. A estirarme entre las sábanas. Busco el polvoriento rayo de sol que se insinúa entre las cortinas y hace brillar los rojos y dorados de la alfombra de seda que descansa sobre el blanco veteado del mármol botticino. Hundo mi cara en la almohada y huelo todavía las notas que quedan de mi perfume.