Las luces de neón de las tiendas acarician su imperturbable rostro blanco, que contrasta con el kimono de seda azul oscuro decorado con delicados diseños de juncos y hojas. Un obi rojo brillante la envuelve en un abrazo.
Al final del espectáculo, cuando sale del teatro, todavía está inmersa en el aura de ensueño de la ópera del maestro Puccini.
El sonido de las hojas caídas que crujen bajo sus pies, el olor de la lluvia flotando en el aire, el sabor de las lágrimas que han humedecido sus labios carmesí y el tacto del kimono que todavía nvuelve su cuerpo. Todo parece haber sido tan real.
Una interpretación capaz de transportarla a un mundo de emociones y belleza. En ese momento, es consciente de que acaba de vivir una de las experiencias más intensas de su vida.